Rocket Man

Homo Alienatus: El astronauta como símbolo del vacío moderno

Bradbury, Bowie y Taupin miran al espacio como quien mira al abismo.

“El hombre cohete” no es solo un astronauta. Es un símbolo. Un hombre escindido, que flota entre lo que ama y lo que debe hacer, entre la Tierra y el cielo, entre la familia y la misión, entre el deseo de escapar y el deseo de quedarse. Es un padre ausente que orbita entre dos mundos, incapaz de habitar plenamente ninguno.

En su cuento The Rocket Man (1951), Ray Bradbury presenta la historia a través de los ojos de un niño que ve partir a su padre una y otra vez hacia el espacio. El astronauta no es un héroe, sino un hombre roto. Lo que debería ser épico se vuelve trágico:

“Él odiaba el espacio, decía que era frío, solitario y oscuro. Pero seguía regresando. Porque también odiaba la Tierra, con sus límites, sus rutinas, su lentitud.”

Su esposa llora en silencio. El hijo aprende a no amar demasiado. La distancia no es solo física: es emocional, existencial. Bradbury, con su delicada melancolía, revela que el precio del cielo es el abandono. El hombre cohete es el retrato de una vida moderna empujada por un trabajo infatigable, demandante, una carrera por alcanzar una meritocracia inexistente, mientras la familia envejece, se aleja y se enfría.

En Rocket Man (1972), Bernie Taupin recoge la esencia del cuento de Bradbury y la funde con la sensibilidad pop de los años 70. El resultado es una canción profundamente melancólica que, bajo su apariencia de balada espacial, esconde un grito de alienación cotidiana. La inspiración directa del cuento se percibe en cada verso, pero ahora desde la voz de quien se ha resignado. Ya no hay drama heroico ni tragedia familiar: solo rutina, desconexión y cansancio.

“And I think it's gonna be a long, long time / ’Til touchdown brings me ’round again to find / I'm not the man they think I am at home.”

El astronauta de Rocket Man no es un pionero, sino un hombre cualquiera, atrapado en una rutina emocionalmente estéril. El espacio es su oficina. La ciencia, un trabajo. Y el hogar, un lugar que ya no reconoce.

En Space Oddity (1969), David Bowie da un paso más allá: lanza al astronauta a la deriva. Major Tom pierde el contacto con la Tierra y flota, sin dirección ni retorno posible.

“Planet Earth is blue, and there’s nothing I can do.”

No hay drama doméstico ni redención: solo desconexión absoluta. Bowie transforma al hombre cohete en símbolo de la crisis de identidad moderna, de la deshumanización tecnológica, del yo que se pierde en su propia órbita.

Tres visiones, un mismo vacío:
Bradbury dio al astronauta el peso del drama humano.
Bowie lo convirtió en náufrago existencial.
Taupin lo transformó en trabajador alienado, atrapado en una rutina sin retorno.

Y sin embargo, los tres coinciden:
el espacio no es el problema.
El verdadero vacío está dentro.

En Solaris (1961), Stanisław Lem lleva el arquetipo del astronauta desconectado a una profundidad casi metafísica. Aquí, el espacio exterior no es una frontera por conquistar, sino un espejo que devuelve la imagen distorsionada del yo. La estación orbital no es un puesto de exploración científica, sino una cámara de ecos donde los recuerdos, las culpas y los deseos se encarnan sin previo aviso. El océano pensante del planeta Solaris no habla ni agrede: simplemente materializa lo reprimido.

“No deseo conquistar el cosmos, solo quiero extender la Tierra hasta sus fronteras. No quiero otros mundos; quiero espejos” (Lem 168).

El astronauta, lejos de enfrentarse con lo alienígena, debe lidiar con lo familiar, con aquello que ha enterrado. El verdadero vacío no es el espacio exterior, sino el abismo de lo que no se ha sabido nombrar. La nave se convierte en laboratorio de introspección forzada. El yo, en su mayor enigma.

En Solaris, como en Rocket Man o Space Oddity, el viaje no es de conquista sino de confrontación. Ninguna tecnología puede salvarnos de lo que somos. Ninguna distancia basta para escapar de nosotros mismos.

📘 El libro Gran Olvido, analiza estos temas desde una perspectiva literaria, histórica y filosófica, examinando cómo la memoria, la tecnología y los relatos culturales moldean nuestra percepción del pasado y limitan —o amplían— nuestra capacidad de pensar críticamente el presente.
🌐 www.elgranolvido.com
🛒 Amazon → https://www.amazon.es/El-Gran-Olvido-Recordar-infinitum/dp/840971759X

#FemmesDeLettres #EscrituraFemenina #MujeresQueEscriben #LiteraturaFeminista #CanonFemenino #AutorasOlvidadas #HistoriaDeLaLiteratura #PensamientoCrítico #Metacognition #EnsayoContemporáneo #FilosofíaFemenina #MujeresIntelectuales #ElGranOlvido #ApagónIntelectual #Quousquetandem #ReflexiónColectiva #LecturaQueIncomoda #AprendizajeProfundo #TransformaciónInterior #VisibilidadFemenina #MujeresEnLaCultura #MemoriaIntelectual #EscribirEsResistir #EscrituraComoMemoria #ReescribirLaHistoria #AleWhite #rocketman #Bradbury #SpaceOditty #Solaris #Taupin

 

 

Ale White

Mi Biografía sigue y seguirá en construcción, pero hasta el momento, destaco mi amor por los libros, el conocimiento, las palabras y las conversaciones profundas. Me formé como Ingeniero civil Industrial, con posgrado en Marketing; Diseño industrial y me certifique como Coaching Ejecutivo. Además de formaciones en neurociencia aplicada y escritura creativa, entre otros.

https://www.elgranolvido.com
Anterior
Anterior

Misery loves company

Siguiente
Siguiente

Femme de Lettres