Metacognición

“Cuanto más inculta es una persona, más dinero necesita para pasar los fines de semana, porque como no fabrica nada, no produce nada, todo lo tiene que comprar, mientras que una persona con un cierto nivel de cultura, con la conversación, un libro o una música puede pasar el tiempo de una manera enriquecedora, la riqueza que nos dan los libros es una riqueza real más duradera y limpia que las que se tienen” —Fernando Savater.

A propósito del apagón..

En pocas horas, España pasó del corte de luz al encendido automático de miles de expertos.
Técnicos, ingenieros, analistas, estrategas energéticos…todos surgieron espontáneamente en redes sociales. Porque después del apagón, como después de toda guerra, siempre sobran generales.

Pero más preocupante que la caída del suministro es otro tipo de desconexión: el apagón intelectual.

Ese que ocurre cuando opinamos antes de entender. Cuando compartimos antes de verificar. Cuando repetimos lo que suena bien… sin pensar si tiene sentido.

En un mundo saturado de datos y automatismos, pensar sigue siendo una forma de autocuidado colectivo. Y también de prevención.

Es la capacidad de observar y regular nuestros propios procesos mentales: saber qué sabemos, cómo lo sabemos y qué hacemos con ello.

El término se consolidó en la psicología educativa en los años 70 gracias a John Flavell, y hoy es esencial en el desarrollo del pensamiento crítico, la autorregulación y el aprendizaje significativo. En un mundo de automatismos y opinión instantánea, la metacognición no es una rareza teórica: es una herramienta de supervivencia intelectual.
Una forma de sostener la lucidez en medio del ruido.

Y sí, a veces leer abre caminos incómodos. Nos confronta con ideas que desafían lo que creíamos cierto. Pero es precisamente ahí donde comienza la transformación: en la fricción que da paso a la comprensión.

La cultura no solo enriquece el alma, sino que también libera. En una sociedad saturada de consumo, donde el tiempo libre se ha convertido en un espacio que hay que llenar con gasto, Savater nos recuerda que quien ha cultivado su mente y su sensibilidad posee un refugio interior inagotable. El placer de la lectura, la escucha activa de una pieza musical o una conversación profunda no requieren grandes inversiones económicas, sino presencia, curiosidad y disposición al encuentro.

La incultura, por el contrario, empobrece no solo por lo que ignora, sino porque deja al individuo a merced de estímulos externos para sentirse vivo. Allí donde no hay imaginación ni pensamiento, solo queda el consumo como entretenimiento. Pero la cultura —esa “riqueza real, más duradera y limpia”— nos permite habitar el tiempo con dignidad, disfrutar sin depender, crear sin poseer.

Que no se corte la luz donde más importa: en la conciencia y la reflexión. la mente también necesita mantenimiento.

📘 En El Gran Olvido, exploro estos temas desde una mirada filosófica y crítica sobre la memoria, la tecnología y nuestra capacidad de actualizar lo que creemos saber.
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Ale White

Mi Biografía sigue y seguirá en construcción, pero hasta el momento, destaco mi amor por los libros, el conocimiento, las palabras y las conversaciones profundas. Me formé como Ingeniero civil Industrial, con posgrado en Marketing; Diseño industrial y me certifique como Coaching Ejecutivo. Además de formaciones en neurociencia aplicada y escritura creativa, entre otros.

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