Pasajero en tránsito
A veces creemos que hay caminos erróneos, decisiones equivocadas, desvíos imperdonables.
Pero en realidad, todo forma parte del mismo trayecto:
un viaje breve, fugaz, en el que nadie permanece.
Estamos de paso.
No de forma simbólica, sino literal.
Somos instantes caminando por el tiempo,
y el tiempo… apenas se detiene a mirarnos.
En la tradición japonesa, la libélula representa el alma que solo se posa brevemente en este mundo. Se dice que cuando una persona muere, su espíritu puede transformarse en una libélula para despedirse. Por eso, ver una libélula es considerado un símbolo de visita efímera y de conexión entre mundos.
Cuenta la leyenda que un anciano sabio, al sentir que su vida llegaba a su fin, pidió no ser recordado con tristeza, sino con ligereza. “Como la libélula —dijo—, solo vengo a tocar el agua de esta existencia y seguir volando.” Desde entonces, se cree que las libélulas no se detienen por mucho tiempo en un lugar, porque saben que la vida es un instante, y no hay tiempo que perder en detenerse demasiado.